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lunes, 30 de agosto de 2010

El control de los contratos públicos. Contestación al Profesor Alejandro Huergo



José María Estrada Janáriz.

Letrado del Servicio Jurídico del Principado de Asturias.

Ex Secretario General Técnico de la Consejería de Medio Ambiente
Réplica remitida al diario LNE


El artículo de Alejandro Huergo que apareció en este periódico el pasado 18 de julio hace una serie de afirmaciones que se lean como se lean deja en muy mal lugar a los funcionarios públicos y puede que también a los políticos; pero fundamentalmente a los primeros.

Veamos. Dice el profesor titular que el contratista no recurre las adjudicaciones de los contratos porque «le interesa mantener buenas relaciones con un cliente (la Administración) tan relevante» y porque «la derrota en un concurso puede compensarse con la adjudicación de otro». Todos sabemos que la Administración, como persona jurídica, habla por medio de sus Ministros, Consejeros, funcionarios, etc. Por tanto, esas buenas relaciones, forzosamente, tienen que ser con una o varias personas determinadas y que tengan capacidad para tomar decisiones o para proponerlas. En Asturias, la capacidad de decisión corresponde a los Consejeros y la de proposición a los funcionarios. Efectivamente. En primer lugar, en el proceso de adjudicación de un contrato, interviene un funcionario, el cual, a la vista de las distintas ofertas, elabora un informe con una propuesta de adjudicación. Seguidamente, esa propuesta es sometida a una Mesa de Contratación que esta presidida, en la gran mayoría de los casos, por el Secretario General Técnico de la Consejería (aunque con una excepción, en esta legislatura todos son funcionarios del Principado de Asturias o de Ayuntamiento) o por quien esté a cargo del Servicio de Contratación o de Servicios Generales (siempre un funcionario); luego, forman parte de ella un Interventor Delegado (funcionario), un Letrado del Servicio Jurídico (funcionario) y un representante del Servicio que promueve el contrato (funcionario). También hay un Secretario, pero sin voto. Por tanto, las personas a las que necesariamente se está refiriendo el autor del artículo que comento, aunque él prefiere dirigirse a ellas bajo la cobertura que ofrece el término «Administración», tienen que ser alguna de estas, pues no otras intervienen en el proceso de adjudicación.

Entonces, una de dos, o el contratista tiene muy buenas relaciones con los miembros de la Mesa y con el autor del informe sobre la adjudicación del contrato (personas que proponen la decisión al Consejero) o mantiene muy buena relación con este (persona con capacidad para «sugerir» que le presenten una propuesta determinada). Pero esto último no es suficiente, porque si la propuesta no favorece a quien pueda querer el Consejero, este, salvo enorme riesgo personal, no adjudicará la obra a alguien distinto del que le proponga la Mesa, a no ser que el Consejero le haga indicaciones al autor del informe, este, sumisamente, las acepte elaborando un informe «ad hoc» y el resto de los miembros no técnicos de la Mesa no lo capte, precisamente por esto, por no ser técnicos. A pesar de ello, en mi experiencia personal he visto más de una vez a la Mesa obligar al autor del informe a realizar uno nuevo.

Por esto decía al principio que el articulo nos deja mal a los funcionarios en todo caso y al político no siempre. Resulta patente que somos esos funcionarios, a los que, según el autor del artículo, el contratista teme, porque supone que nos parece mal que alguien impugne las decisiones que coadyuvamos a tomar y, claro, nuestro afán vengativo nos llevará a hacer lo imposible para que quien recurra no vuelva a ser objeto de adjudicación alguna.

Por otra parte, dada la tardanza con que resuelven los Tribunales, es muy fácil que, interpuesto un recurso, cuando se dicte sentencia, el cargo político de turno ya no esté en su puesto, incluso que hayan cambiado los miembros de la Mesa, entonces esas buenas relaciones que se tenían serán inútiles y habrá que empezar a trabajarse unas nuevas. Además, si como dice el Profesor, los contratistas que no recurren son los que contratan muy a menudo con la Administración, quiere ello decir que esos funcionarios ya les habrán propuesto muchas veces como adjudicatarios, por lo que no resultará fácil, de repente, empezar a hacer informes donde las proposiciones de esos contratistas díscolos reciban una valoración técnica muy baja.

En mi opinión, el problema del control de la contratación pública no está en lo que dice el artículo, sino en ver si el sistema permite la sospecha de la falta de independencia e imparcialidad de los funcionarios con capacidad para proponer adjudicaciones. Y la respuesta es: sí. La sospecha no se puede disipar porque de todas las personas que he citado, en la Administración del Principado de Asturias, ninguna, salvo contadísimas excepciones, debe su puesto a un concurso de méritos, sino que se lo debe al generoso dedo del Consejero (que, no olvidemos, es quien personifica al órgano de contratación) o a la «comisión de servicios», cuando no se trata de que quien elabora el informe con la propuesta de adjudicación es un funcionario interino. Es decir, la Mesa de Contratación está integrada por personas que, al menor descontento con quien los puso en su puesto de trabajo, pueden perderlo, lo que lleva aparejado cierto quebranto económico.

Si ahora, como todo investigador, nos preguntamos a quién beneficia esta situación, la respuesta me parece muy clara: a los políticos (quizá debería decir a los politicastros). Por eso, en los años que llevo en la Administración, que son unos cuantos, no he visto nunca un Consejo de Gobierno (y los he visto integrados por el PP, PSOE e IU) preocupado por acabar con un sistema en el que el número de puestos de trabajo que se cubren mediante «libre designación» aumenta incesantemente (Jefes de Servicio, Coordinadores, Asesores), donde prima la confianza personal y el amiguismo sobre el mérito y la capacidad. Esto es lo preocupante y no la probidad de los funcionarios. Dicho en otras palabras, lo preocupante no es que ocurra lo que dice el Profesor (pero que no prueba ni a modo meramente indiciario) sino que el sistema no garantiza que no pueda llegar a ocurrir. (Sobre la «libre designación», los lectores de este periódico han estado puntualmente informados de los varapalos que nuestros Tribunales vienen propinando a las últimas Relaciones de Puestos de Trabajo, precisamente por el abuso que se hace de este sistema de provisión de puestos).

Otro de los puntos álgidos de la cuestión se centra en los criterios de adjudicación. Es decir, si el único criterio a valorar va a ser el precio o, si además de este se van a tener en cuenta otros criterios que, al contrario de lo que ocurre con el precio, no pueden ser valorados de forma totalmente objetiva mediante una fórmula. El Tribunal de Cuentas viene insistiendo mucho en esta cuestión, aunque con poco éxito. La cuestión suele ser muy debatida. Los juristas tendemos a pensar que los criterios para elegir uno u otro medio están bastante claros en la Ley y que, en consecuencia, la gran mayoría de los contratos de obras deberían adjudicarse atendiendo únicamente al precio. Los técnicos, no obstante, tienen otro punto de vista: a veces las obras encierran cierta o mucha complejidad y hay que garantizar que los eventuales contratistas conozcan perfectamente el proyecto que van a ejecutar, que presenten una buena programación de la obra y que analicen las incidencias que se puedan presentar, cuestiones todas estas que no cabe tener en cuenta si el único criterio de adjudicación es el de la proposición económica más baja.

Otra crítica del Profesor se refiere a que, una vez adjudicada la obra, el político es rehén del contratista, ya que si aquella no acaba en plazo, los votantes se echarán encima de él formulando todo tipo de críticas sobre su capacidad de gestión. Sobre este presupuesto, la Administración (¿Quién de la Administración?) cedería, a la mínima, ante cualquier presión del contratista, con tal de que este acabe la obra en plazo o en el momento que interese al político (¿politicastro mejor?), por ejemplo, cuando hay una importante cita electoral a la vista. Ante esto he de decir que los funcionarios no somos personas indiferentes a la realidad social y política en la que vivimos y trabajamos, por lo que también nos interesa que las obras se terminen en plazo, que se terminen bien y que, en consecuencia, sirvan lo mejor posible al fin social que animó su ejecución. Por lo tanto, el Director de la Obra (funcionario), aunque nadie se lo exigiera, con independencia de lo que piense el Consejero de turno, es el primer interesado en evitar problemas con el contratista y, en la medida que la ley lo permita y el buen fin de la obra quede garantizado, hará lo que esté en su mano para evitar retrasos. Pero en esta caso, estamos como en el ya analizado. De lo que se trata no es de saber si el Director de la Obra es o no un probo funcionario, sino de que, siéndolo, nadie tenga motivos para pensar que no lo sea. Se trata de que sea probo y, además, de que lo parezca porque hay un sistema legal que nos invita a pensar que esto es así, pues el funcionario no le debe nada a quien está al frente del órgano de contratación.

Veamos ahora lo de los Tribunales Administrativos para resolver recursos en materia de contratación administrativa. Siempre según el artículo al que contesto, habrá dieciocho (uno para la Administración del Estado y uno por cada una de las diecisiete Comunidades Autónomas). Sin embargo, el autor del artículo sólo se fía del del Estado «que tiene al menos la ventaja de que va a estar formado exclusivamente por funcionarios». Como he dicho esto no es garantía de nada, dependerá de la situación administrativa de los funcionarios que vayan a formar parte de estos Tribunales administrativos.

Finalmente, el articulista supone que la creación de estos Tribunales muestra el ánimo de «evitar que los auténticos tribunales se ocupen de esta clase de recursos», ya que las garantías de imparcialidad de que habla la ley «son ilusorias». Lo son si las personas que los van a ocupar tienen como único mérito gozar de la confianza de quien los nombre. Y, por otro lado, si la confianza que le merecen al Profesor los Tribunales de Justicia se basa en su independencia e imparcialidad, habrá que decirle que los funcionarios que deben su puesto de trabajo, al igual que los jueces en alguno de los grados de su carrera, a sus propios méritos, gozan de la misma independencia e imparcialidad que los jueces; y sobre todo si nos creemos que esto es así y nos damos cuenta de que no servimos al Gobierno de turno, sino a la Administración. A este respecto, finalizo con unas palabras del Sr. Rodríguez Zapatero cuando, como motivo de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña y respondiendo a una crítica sobre la actitud de la Abogacía del Estado, dijo que los Abogados del Estado no son Abogados del Gobierno, sino, como su propio nombre indica, del Estado.

Y esto es lo que, como funcionarios, no debemos perder nunca de vista: somos funcionarios de la Administración, no del Gobierno que ocasionalmente la ocupa. Y el Gobierno y los miembros que lo forman deben respetar y tener en cuenta esta circunstancia. Después vendrá el control de la actividad administrativa por parte de los Tribunales de Justicia, por supuesto, pero que todos actuemos teniendo en cuenta la distinción entre Administración y Gobierno ya sería un buena forma de controlar la contratación pública y ofrecer confianza al ciudadano.

Oviedo, 31 de julio de 2010.





sábado, 21 de agosto de 2010

Democracia abierta



Periodistas 21

El derecho a saber es clave para evitar la corrupción, aumentar la eficacia de la administración y proteger los derechos individuales. El Gobierno anuncia al fin una ley para garantizar el derecho de los ciudadanos a conocer todo lo que los políticos y la Administración saben. La información es poder, pero ese poder es de los ciudadanos, no de quienes retienen y controlan la información en su propio beneficio o para no rendir cuentas. Es una ley largamente esperada para hacer la democracia más transparente, responsable e informada. Pero en pleno siglo XXI la transparencia debe ser activa y no esperar a las demandas de los ciudadanos. Las herramientas digitales permiten publicar los datos y la información pública de forma accesible, facilitar su reutilización para lograr un gobierno abierto y una democracia aumentada con la vinculación de los datos con la realidad a través de diversas herramientas como los teléfonos móviles.


Después de tanto esperar (somos el último gran país de la Unión Europea en adoptarla), la ley debe ser ambiciosa y no conformarse con trasladar el Convenio del Consejo de Europa para el Acceso a Documentos Oficiales. El borrador conocido es todavía más restrictivo. Una ley de acceso a la información debe ser hoy una ley de gobierno abierto y democracia transparente. Eso significa garantizar el mayor acceso a la información, cambiar la cultura política y de la función pública para hacer que administraciones y poderes sean activos para publicar y ofrecer la información pública en tiempo real o lo más actualizada posible; con datos en formatos abiertos y reutilizables, sin excepciones ni opacidades, y excluyendo sólo la información que afecta a los derechos de terceros, como los datos personales, de seguridad o los que puedan perjudicar intereses fundamentales.

La norma debe obligar a todos los poderes y administraciones, sin excusas. Es un cambio en la cultura política y democrática que culmina el pluralismo de la Transición y la descentralización democrática. Un proyecto para no arredrarse y ser ambiciosos.

Columna en los medios de Vocento

jueves, 12 de agosto de 2010

Los bandoleros del siglo XXI


Rosa María Artal – Comité de Apoyo de ATTAC España

Los bolsillos de los ciudadanos anónimos corren cada día más peligro. De lo particular a lo general, todas las noticias apuntan al mismo objetivo: esquilmar a quien lo permite.

España

El 43% de los españoles justifica el fraude fiscal. Es cierto que ello implica que el 57% no lo aprueba en ningún caso, pero el conjunto ofrece una abultada mayoría de corruptos. Lo realmente llamativo es que la mitad exactamente de los empresarios, el 50%, ve lógico hacer trampas para esquivar a Hacienda. Y también los llamados profesionales, casi en el mismo porcentaje. Como no parece coherente pensar de este modo y pagar escrupulosamente los impuestos, cabe deducir que media España está robando a la otra (que así se traduce no cumplir con las obligaciones fiscales).

Europa

“Bruselas” propone la creación de un nuevo impuesto europeo para sufragarse. Pero ya, lo estudian a la vuelta del verano. Quieren liberar a las naciones de tanto gasto y por eso piensan en que paguemos directamente nosotros la eficaz burocracia de la UE. “Con el impacto de la crisis algunas naciones quieren liberarse de la carga. Eso abre la puerta a pensar en recursos propios que no sean reclamados por los ministros de Finanzas“. Así lo ha declarado el comisario europeo de Presupuesto, Janusz Lewandowski al diario ‘Financial Times Deutschland’. No es que no sea nuestro dinero el que tienen los ministros de Finanzas, pero si lo sacamos físicamente de nuestro bolsillo nos sentiremos más responsables y europeos.

Mundo

“Las multinacionales son responsables de dos tercios del fraude fiscal global”. Lo ha dicho Jean Merckaert, del Comité Católico contra el Hambre y para el Desarrollo (CCFD). La manipulación de las operaciones comerciales con fines contables podría suponer el 65% de las fugas ilegales de capitales, según un resumen de la Red Europea sobre la Deuda y el Desarrollo (Eurodad), frente al 35% para las actividades criminales y el 5% para los pagos ilícitos.

En este clima, África redobla, con el neoliberalismo triunfante, su carácter de Edén para los especuladores. Falta de controles y constante eliminación de factores de protección. Atención a estos datos:

  • Las salidas ilegales de capitales habrían supuesto 1,8 billones de dólares durante los últimos 40 años. Datos del Global Financial Integrity sobre las cifras de la evasión fiscal en el continente africano. Cantidad que podría cancelar –estima este organismo- la deuda externa de 250.000 millones de dólares y dejaría a disposición casi 600.000 millones de dólares para luchar contra la pobreza y promover el crecimiento económico.
  • En 1999 el semanario inglés The Economist estimaba que los dirigentes africanos, sólo ellos, poseían entonces 20.000 millones de dólares colocados en cuentas bancarias y únicamente en un paraíso fiscal: Suiza. Del resto, ni se habla.
  • Algunos países africanos, libres de cualquier control de la OCDE (que los “olvida”), “sienten la tentación de ‘ir por libre’ y convertirse en paraísos fiscales para atraer a los inversores deseosos de librarse de los impuestos”, cuenta en esta ocasión la red Tax Justice Network for Africa.
  • Ghana es el nuevo laboratorio. El 50% de los impuestos sobre las empresas internacionales que operan en el país –es decir, más de 125 millones de euros anuales- ya se escapan del Estado.

Todos estos datos sobre el robo global, figuran en este interesantísimo artículo publicado en ATTAC por Jean-Christophe Servant de Le Monde diplomatique.

Mi abuela, la pobre, llevaba sus escasos ahorros, colgados siempre que salía a la calle de un curioso artilugio llamado faldriquera. Santa ingenuidad, que diría mi amigo José Antonio Rodríguez.

http://rosamariaartal.wordpress.com/

domingo, 8 de agosto de 2010

La carrera de la UE hacia el abismo





Randall Wray
Sinpermiso



Como parte del plan de la UE y del FMI para resolver la deuda de Grecia y hacer más competitiva su economía, el gobierno griego anunció hace unas semanas planes para contrarreformar legislativamente el mercado de trabajo y los derechos sociales. El salario mínimo para los que se incorporen por vez primera al mercado de trabajo pasará de 700 euros a 560, y se exigirá a los trabajadores un mínimo de 40 años de trabajo para acceder a la plena pensión de jubilación (que ya ha sido sometida a varias reducciones significativas). Las empresas se enfrentarán a menos restricciones legales a la hora de despedir, mientras que las indemnizaciones por despido se han reducido ya a la mitad. La estrategia es obvia: Grecia quiere ganar la carrera hacia el abismo que se libra en la eurozona, es decir, quiere ganar ventajas comparativas convirtiéndose en la región con los niveles de vida más bajos y crueles. La reciente entrada de Estonia en la eurozona, huelga decirlo, hará más dura la tarea de tratar de vencer en esa carrera.

Aun en tiempos óptimos, se trataría de una estrategia peligrosa. Dado que todos los miembros de la eurozona han eliminado fronteras para el comercio y para los capitales y han adoptado una moneda común, no hay posibilidad de ganar ventajas con los métodos normales de devaluación de la moneda o de elevación de los aranceles a las importaciones. Eso quiere decir que los excedentes comerciales sólo pueden lograrse reduciendo costes y aumentando la productividad del trabajo. Los costes se reducen destruyendo salarios y beneficios; la productividad se aumenta haciendo más difícil la vida de los trabajadores: reduciendo plantilla, prolongando la jornada laboral, acortando vacaciones y retrasando la edad de jubilación. Pero todas y cada una de las naciones seguirán idéntica estrategia. Las cosas empeorarán con la profunda crisis global. Los mercados para las exportaciones están deprimidos, y el turismo está de capa caída. Entretanto, los gobiernos recortan el gasto público, especialmente en los ámbitos que más podrían contribuir a aumentar la productividad y robustecer la competitividad.

La inversión en infraestructuras públicas y educación. Salarios más bajos, menos ventas al detalle y una fuerza de trabajo más pequeña redundarán en un colapso de la recaudación fiscal, lo que alimentará un círculo vicioso de recortes de gastos seguidos de menores ingresos fiscales: los déficits fiscales no podrán reducirse.

Es verdad que Grecia ha tenido sus propios problemas. Sus costes laborales han crecido significativamente en la última década, mucho más rápidamente que en Alemania y otras naciones de la eurozona. Pero la idea de que los trabajadores griegos han estado disfrutando de un Estado de Bienestar demasiado generoso se ve refutada por los hechos. (Véase AQUÍ.) En realidad, los griegos tienen uno de los ingresos per capita más bajos de Europa (€21.100), mucho más bajo que el de la eurozona de los 12 (€27,600), por no hablar del nivel alemán (€29,400). Además, las redes de seguridad social griegas podrían parecer generosas comparadas con las de los EEUU, pero son modestas para los criterios europeos. De promedio, para 1998-2007, Grecia gastó sólo €3.530 per capita en protección social, un poco menos que el gasto de España y sólo €700 más que Portugal, que tiene uno de los niveles más bajos de toda la eurozona. En cambio, Alemania y Francia gastaron más del doble que los griegos, mientras que el nivel de la eurozona original de los 12 promedió €6.251,78. Hasta Irlanda, una de las economías más neoliberales de la eurozona, gastó más en protección social que la supuestamente derrochadora Grecia.

Grecia sufre pretendidamente también de ineficiencia y amiguismo en su sector público, de manera que los costos administrativos deberían ser mayores que los de otros Estados más disciplinados, como Alemania o Francia. Pero como puede verse en el cuadro que más abajo se reproduce, eso dista por mucho de la verdad. Hasta el gasto público en pensiones, blanco principal del ataque de los neoliberales, es más bajo que en otros países europeos.

El cuadro 2 muestra el gasto social total de varios países de la eurozona como porcentaje del PIB. Hasta 2005 el gasto de Grecia estaba por detrás de todos los países de la zona euro, salvo Irlanda, y estaba por debajo del promedio de la OCDE. Obsérvese también que, a pesar de todas las críticas sobre la temprana edad de jubilación en Grecia, su gasto en programas para personas mayores estaba en línea con el gasto en Alemania y en Francia.

Grecia tiene una de las más desiguales distribuciones del ingreso de Europa, así como un elevado nivel de pobreza, como puede verse en el cuadro que sigue. Tampoco aquí se condicen los hechos con la imagen ofrecida por los medios de comunicación de un Estado de Bienestar demasiado generoso.

Los recortes propuestos simplemente ensancharán el hiato que separa los niveles de vida de Grecia de los de las naciones más ricas de Europa.
Es una carrera hacia el abismo que sólo puede ganar el mayor perdedor. Asombra que la UE y el FMI estén promoviendo una competición de este tipo, totalmente incompatible con la estrategia a largo plazo de convergencia europea. Lo único que conseguirá es destruir a la Unión.


L. Randall Wray es uno de los analistas económicos más respetados de Estados Unidos. Colabora con el proyecto newdeal 2.0 y escribe regularmente en New Economic Perspectives. Profesor de economía en la University of Missouri-Kansas City e investigador en el “Center for Full Employment and Price Stability”. Ha sido presidente de la Association for Institutionalist Thought (AFIT) y ha formado parte del comité de dirección de la Association for Evolutionary Economics (AFEE). Randall Wray ha trabajado durante mucho tiempo en el análisis de problemas de política monetaria, macroeconomía y políticas de pleno empleo. Es autor de Understanding Modern Money: The Key to Full Employment and Price Stability (Elgar, 1998) y Money and Credit in Capitalist Economies (Elgar 1990). Traducción para www.sinpermiso.info: Casiopea Altisench sinpermiso

viernes, 6 de agosto de 2010

La sanidad española


Vicenç Navarro – Consejo Científico de ATTAC España

Existe una visión excesivamente complaciente de la sanidad española que señala que España se gasta ya en sanidad lo que le corresponde por su nivel de riqueza. Los que sostienen tales tesis presentan los últimos datos de la OCDE (el grupo de países más ricos del mundo) que muestran que España se gasta un porcentaje de su PIB casi idéntico al del promedio de los países de la OCDE. Este dato, sin embargo, es desorientador y poco significativo. La OCDE es un grupo de países de enorme diversidad en su nivel económico, incluyendo países como México y Chile, que tienen un PIB per cápita y un gasto sanitario muy bajos. De ahí que el promedio sea relativamente bajo, lo cual nos da una buena imagen, que es lo que desean quienes utilizan tal indicador.

El indicador más valioso para medir el grado de desarrollo de la sanidad pública española es el gasto público sanitario por habitante comparándolo con el promedio de la UE-15, el grupo de países de la UE de semejante nivel de desarrollo al nuestro. Y ahí sí que no hay razones para la complacencia. Continuamos estando, junto con Grecia y Portugal, a la cola de la UE-15. Si en lugar de tal indicador escogemos el gasto público sanitario como porcentaje del PIB o el porcentaje de la población adulta que trabaja en sanidad, vemos que también estamos a la cola de la UE-15.

Este bajo gasto público explica la polarización por clase social de la sanidad española, de manera que el 30% de la población española (la de renta superior) utiliza la sanidad privada, y el 70% restante, las clases populares (la clase trabajadora y la mayoría de las clases medias), utilizan los servicios públicos. Esta polarización de la sanidad no es buena ni para las personas de rentas superiores ni para la mayoría de la población, puesto que, aun cuando la privada sea, en general, mejor que la pública en confort (una cama por habitación hospitalaria, por ejemplo), tiempo de visita más largo, listas de espera más cortas y mejor trato personal, la pública es mucho mejor en la calidad del personal y apoyo científico tecnológico que la sanidad privada. Con lo cual, si el lector cae enfermo de verdad, le aconsejo que vaya a la pública, tal como hizo el rey de España.

Lo que se requeriría sería una sanidad pública multiclasista que tuviera el confort de la privada, manteniendo la calidad de la pública. Ahora bien, para ello se necesita mucho más dinero. En realidad, la subfinanciación de la sanidad pública se ha agravado como consecuencia de la crisis, lo cual ha forzado a las autoridades públicas a considerar varias opciones a fin de conseguir recursos para la sanidad pública. Algo que debiera ya haberse hecho desde hace tiempo (y que estaba en los programas electorales de los partidos de izquierda, incluyendo el PSOE), era una mayor carga impositiva (y muy en especial de los sectores que se han beneficiado más estos últimos años de la gran bonanza económica) que conllevará mayores recursos al Estado. Es escandaloso que, mientras el porcentaje en impuestos que paga un trabajador de la manufactura en España sea el 74% del que paga su homólogo sueco, el de un gran empresario sea sólo el 38% de su equivalente sueco.

Otra medida que debería considerarse es el incremento de impuestos finalistas sobre el tabaco y el alcohol, mucho más bajos que en el promedio de la UE-15. Otra fuente de ingresos debería ser el pago que las mutuas laborales controladas por la patronal tendrían que hacer a la sanidad pública con el fin de cubrir el coste de atender las enfermedades laborales, que significan casi el 18% de todos los enfermos hospitalizados. Las mutuas laborales (las entidades con mayores beneficios en el mundo mutual) no pagan –como deberían– estos gastos. Si lo hicieran, el Estado conseguiría unos ingresos considerables.

Los medios de información de mayor difusión han olvidado estas fuentes de ingresos, centrándose en los copagos (y, muy en particular, el copago de un euro por visita, cantidad que se justifica frecuentemente como medida disuasoria para reducir la demanda). Se asume erróneamente que el usuario español abusa del sistema, tomando el elevado número de visitas sanitarias por habitante (nueve visitas) como ejemplo de este abuso (el promedio de la UE-15 es de seis). Pero lo que no se dice es que, de estas nueve visitas, hay al menos tres que en otros países son atendidas por o bien una enfermera o bien un administrativo, y que en España, en cambio, las hace el médico. El médico está sobrecargado, pero ello no quiere decir que el usuario abuse, pues en otros países las enfermeras tienen mayor responsabilidad y los médicos tienen mayor apoyo administrativo. Las reformas del sistema, priorizando la atención sanitaria comunitaria, como se está haciendo en Catalunya, es una manera de disminuir la demanda. Por otra parte, quien genera la demanda que ocasiona gastos (farmacia, pruebas clínicas, intervenciones) no es el usuario, sino el médico.

En España ya existe el copago en farmacia y este puede mejorarse en cuanto a su equidad. Pero es erróneo centrarse en el copago a costa de las otras intervenciones públicas más generadoras de recursos. Ello no niega la importancia que el copago pueda tener para conseguir fondos para proveer nuevos servicios (como podología u odontología), siempre que sus precios sean regulados y equitativos. Lo que no puede permitirse es que continuemos a la cola de la UE-15 en gasto público. El riesgo de privatización y de mantenimiento de la polarización pública-privada no procede de los copagos, sino de la desgravación de las mutuas sanitarias privadas, lo cual, además de significar un coste al erario público (cualquier desgravación es un subsidio público), incrementaría todavía más la polarización del sistema sanitario por clase social, lo cual sería un gran error.

Artículo publicado en Público.
www.vnavarro.org